lunes, 5 de mayo de 2014

La vida y la biblioteca de Osvaldo

Hugo Barretto  Ghione
(artículo publicado en 2011 en la revista sindical  Trabajo y Utopia)


Recientemente el Consejo de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República tributó un reconocimiento al Dr. Osvaldo Mantero de San Vicente por su retiro de la labor docente y por la donación de su biblioteca a la Facultad, que incluye volúmenes que pertenecieron a  su hijo Ricardo.

La ocasión, pese a su sencillez, tuvo un contenido muy profundo para quienes hemos estado cercanos a Mantero ya sea en su actividad docente o sindical.


El Mantero que no conocimos

Mi generación no conoce al Mantero de los años sesenta. En mi caso, solo tengo la referencia de Mitil Ferreira, histórico dirigente del Congreso Obrero Textil. Mitil,  acompañando una ocupación de SADIL e HITESA, en agosto de  1969, fue herido gravemente por la policía,  que había ingresado al local fabril de manera violenta. Un disparo dirigido al grupo de obreros que se desplaza por el patio de la empresa explota en su rostro. Se trata de un proyectil de gas cuyas secuelas físicas llegan hasta hoy mismo. Los trabajadores, entre los que estaba Antonio Sangrando, otro entrañable dirigente textil, solo reclamaban el pago doble por trabajar lunes y martes de carnaval, tal como tradicionalmente había aplicado el grupo empresarial. No parece que fuera desestabilizador para la democracia ni merecedor de una represión de esa magnitud. Osvaldo, asesor del COT en ese tiempo,  inició  un inédito reclamo de responsabilidad al Estado que tuvo su fin en 1984.

“Todo lo que se diga sobre Mantero y su compromiso con los trabajadores es poco” recuerda hoy Mitil con emoción y reconocimiento.

Tampoco conocemos del todo  la labor y la impronta que Mantero dejó en el exilio venezolano, de la cual nos acercan referencias colegas laboralistas como Francisco Iturraspe.

Nos dice Iturraspe que Osvaldo fue investigador en la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello) y profesor de postgrado de la Universidad Central de Venezuela y Universidad de Carabobo. Rememora también que  fue el principal doctrinario de la idea de Cogestión adoptada por la Confederación de Trabajadores de Venezuela en su Congreso de 1980,  publicando multitud de textos sobre el tema y generando una verdadera corriente de opinión en la materia. Ha sido también autor del mas importante libro sobre la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo de Venezuela,  texto que a pesar de haberse modificado la ley original, sigue siendo una referencia obligada en la materia. Humberto Villasmil lo recuerda y lo reconoce como un maestro en su paso por Venezuela.

Osvaldo tuvo asimismo una importantísima labor de formación de docentes e investigadores en el área laboral - en especial en materia de Derecho Colectivo -  dejando una huella imborrable en la gran mayoría de los actuales profesores de la disciplina en las principales universidades.


La docencia en todas partes

Podemos en cambio hablar con cierta propiedad sobre el Mantero que devolvió el exilio, profesor de grado y posgrado, sagaz e innovador, siempre removedor, con una radicalidad que a veces extremaba y que uno terminaba por sospechar que era (¿solo?) para incomodar nuestras certezas mal habidas, nuestras perezas de lugares comunes (termino de escribir esto y noto la cercanía hasta fonética entre “certeza” y “pereza” ¡que lejos Osvaldo en cualquier caso!). Podemos hablar de su generosidad y hasta de su cierta altanería intelectual, que nos hacía más propensos a discutirle. Seguramente no era otra cosa que un (ingenuo y nunca ofensivo) recurso más del profesor.

Cuando sobre fines de los años ochenta me integré a la Sala de Abogados de la central sindical uruguaya PIT CNT,   Osvaldo era parte de un núcleo de talentos muy difícil de reunir, que incluía naturalmente a Ricardo (su hijo)  y a Bismark Font, insustituibles compañeros, y a Raúl Varela, otro inmenso asesor sindical con quien Osvaldo mantenía una relación afectuosa y ríspida en el debate, extremos difícil de armonizar si no se tratara de Osvaldo.

Los viernes, después de la reunión del Instituto de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho, teníamos quienes compartíamos ambos mundos,  la oportunidad de un “segundo tiempo” con Mantero en la Sala de Abogados del PIT CNT. Mantero trasmutaba así de profesor a militante, con pocas cuadras de distancia, y con igual y distinto compromiso. La Sala de Abogados fue un ámbito privilegiado de discusión y elaboración y formación para los más jóvenes, tan plural y diversa como el propio PIT CNT que la prohijaba. Si lo considerara de alguna importancia para el lector,  todavía podría evocar con cierto detalle aquella mañana que, casi recién recibido de abogado,  me presenté a Raúl Varela  y le pedí para concurrir a la Sala amparado mas en el entusiasmo que en mi capacidad de aportar.

Recuerdo en particular algún informe de Ricardo Manterio en la Sala  que preanunciaba su trabajo magnífico sobre los “límites de la huelga” con que culminó su carrera docente; recuerdo los informes de Raúl que presagiaban las dificultades de la OIT para continuar con el impulso normativo, y recuerdo también los debates (felizmente) interminables que colmaban la paciencia de algunos dirigentes sindicales,  sobre la importancia de una Carta Social del Mercosur, nunca finalmente materializada.

Mirado a la distancia, creo que Osvaldo en la Sala prolongaba su labor docente,  que aparentaba como limitada al aula universitaria; no había sin embargo tal compartimentación en su vocación intelectual: todo era parte de la misma propedéutica.

Tardé en reconocer que toda su vida era un ir y venir - respetuoso pese a cierta aspereza en la discusión - sobre el pensamiento del Otro.  Ese ir y venir le producía, sospecho, una íntima e inconfesable satisfacción y afinidad espiritual, pese a que en medio del calor del debate, podía parecer desatinada cualquier cercanía.

Sin nostalgia, Mantero es parte de lo mejor de la  historia nunca escrita de lo que fue la Sala de Abogados del PIT CNT.


Los libros que miran y esperan

Pero como si todo ello no fuera ya un inmenso patrimonio para nosotros, ahora agrega y regala el mundo más personal e intransferible que pueda tener un intelectual: sus libros. Este desprendimiento no hace otra cosa que confirmar la proximidad y la complicidad de Osvaldo con la inteligencia por encima (muy lejos, muy por encima y definitivamente) de todo maniqueísmo ni complacencia.

Sus libros irán a la llamada “Biblioteca Laboral” donada por el  Prof. Plá Rodríguez,  ubicada en un subsuelo  de la Facultad de Derecho donde todos los miércoles se desarrollaban a su fallecimiento las reuniones del “Grupo de los Miércoles”, del que Mantero también era parte.


Muchas veces, en medio de esas reuniones que se desarrollaban en la biblioteca, confieso que me distrajo la atención los volúmenes de Plá,  y no me ha costó mucho imaginar al querido profesor inclinado sobre ellos, consultándolos, haciendo anotaciones para construir esa obra ejemplar y edificadora del derecho del trabajo en nuestro país. Ahora estarán también los de Osvaldo, y el día menos pensado, faltando traviesamente otra vez  a  la atención y consideración del colega que esté exponiendo, imaginaré a Mantero leyendo y discutiendo con los autores de los libros, confrontando  creativamente con su dialéctica manera de pensar y formulando las preguntas fundamentales, esas que ya casi nadie acostumbra hacer. 

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